Carlos Montenegro y el Diablo

Cochabambino, aunque no por ello ejercía esas extrañas “virtudes” que caracterizan a los hombres y mujeres del valle generoso, que por otro lado es también madre de otros inspirados escritores bolivianos y plagas del mismo calibre. Don Carlos, fue expulsado de la iglesia Católica es decir “Excomulgado” a la tierna edad de los 18 años; y uno se pregunta, ¿qué siempre habrá escrito don Carlos para liberar las iras eclesiásticas? Tal era la curiosidad y gracias a don Mariano Baptista Gumucio, podemos responder mediante los siguientes artículos escritos en 1921, cuando Carlos montenegro colaboraba con la revista “Arte y Trabajo” bajo el pseudónimo de Juan Perez. A juzgar por la malcriadeza terrena de su pluma y genio que en esos años desató un escándalo sin precedentes, estamos seguros que Don Carlos abandono Cochabamba y se fue a La Paz con el convencimiento de que Dios no habitaba esta ciudad.
Los que tengan algo que decir lo dirán seguramente.

Difunto
por Juan Perez, Revista Arte y trabajo, 5 de noviembre de 1923
Sin ánimo de que tal ocurra, suplico a mis lectores que me supongan fallecido.
¡que gusto para las beatas y que magnifica oportunidad para probar un milagro! Hereje era este y ha muerto; ergo: dios existe y sabe además a quienes despanzurra.
Felizmente, sólo ellas desean mi defunción: como no me encuentro en condiciones de legar más bienes que unos sinceros parabienes, nadie espera mi toma de estado en clase interfecto, lo cual ya es motivo para encariñarse con la vida, pues me parece razonable el que si no molesta uno a los vivos... y a los brutos, deba tener poca prisa en largarse.
Pero decíamos que he desembuchado “el postrer aliento” y de añadidura presa de fiebres malignas.
Supongan los lectores que he muerto en mi cama y con todos los sentidos en el lugar de reglamento; mis ojos, tan poco anhelados por las coquetas, se quedarán abiertos a una fijeza, que ya me río de los baños fotográficos al hiposulfito amoniacado; mi boca entreabierta y negra; permitirá saber a los curiosos, cuanto acíbar bebí, no obstante hallarme célibe, y mis cabellos rehacios cayendo sobre la frente.
Encajado en un ataúd, primero y único desinteresado obsequio que todos reciben, salvo que algunos no lo recibieran, y escucharé susurros: -después de todo, sin ser gran cosa era nomás una regular persona...si no hubiera escrito y en lugar de eso se dedicaba a robustecer marranos no tendría enemigos...
-es cierto; yo le decía que con sus pies demasiado grandes y su nariz gachona, y...su fealdad risible y extraordinaria (que en gloria esté) no servia para redactar una crónica ¡que reviente!
Si es que tengo Alma, lo cual es dudoso porque -¡somos tan desalmadas algunas criaturas!-mi alma con graciosos “loonping the loop” se elevara al reino celestial. Y San Pedro me preguntará ¿sus obras en la tierra?
-aparte de una novela inédita, armé bronca a los curas, respetando empero, a su ilustrísima señorita, a su museta y a su esposa y usé “get´s it” (cocaína).
Un empellón da San Gabriel me precipita al averno. Tropiézome al rojo soberano de las tinieblas. -¿querido Perez, aquí tu?. Vamos que te esperaba, esta noche habrá baile.
Al momento y hasta la noche.- desaparecerá el diablo como una columna de incienso.
Un diablillo con delantal me servirá de mozo y entrare a la sociedad de los mil demonios, encantado de la muerte. De lleno, entonces, en la vida eternal sentiré en mi, la omnipotencia del diablo, que se atreve a regañar a un dios con cartel de todopoderoso.
Fin

A modo de final del artículo, cabe decir como curiosidad que Carlos Montenegro murió en 1953 en los Estados Unidos, tal como lo predijo treinta años antes, víctima de una fiebres malignas. Así es que por las dudas quedarse no más como devoto católico o de alguna otra que ofrezca salvación.

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