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Mostrando entradas de abril, 2009

Analgesicum Vademecum Cotidianum

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A veces uno amanece con la nariz colorada y peligrosas acumulaciones de paracetamol e ibuprofeno en el cuerpo. Luego anda un poquín adormilado, y remata con alguna benzodiacepina que relaje el terrible dolor de mandíbula que no deja dormir y con eso, servido. Una taza de café en la cocina, de pie y buscando las llaves ayuda un poco. Antes de salir, abres una lata de Redbull (la primera del paquete de 6 que duren hasta el viernes) lo ayudas en impulso con un poquitito de Vodka Absolut y jugo de piña bien dulce, y ya tienes un desayuno de campeones. La última vez que me dolió la mandíbula habrá sido hace 11 años cuando imprudentemente intente dar cuenta de un pique a lo macho de 60 bolivianos en Cochabamba. Y claro que antes de que me duela el estómago me empezó a doler la mandíbula. Ahora me duele por la ardua labor de oenegero de corazón, concientizador, promotor, comprometido y psinérgico… y sobre todo esa palabra tan curiosa: Sensibilizador. En el bus al trabajo, me siento al lado u

El Voltios

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-Cuando me conocen todos me preguntan porque me dicen "El voltios" y yo les cuento, pero parece que se olvidan y cada vez les tengo que contar… Y algunos piensan que me hago decir diablo porque hago bendecir mi chante con el tío de la Autopista. Con vuelo y empine le echo a su boca. A su nariz también le echo y me mira, y no tengo miedo. Diablo soy por mis cuernos. ¿Mirá? Además yo no tengo miedo del Tío, sino del Chambi no más. Y además por su culpa me dicen El Voltios -¿Cual Chambi pues? -Ese que me ha agarrado y me ha pedido su toco porque me ha visto guerreando tubos en La Ceja, en el reloj ¿no ve? Mmm sopame… -Ya no hay casi. -Sopame un poquito y te cuento. Me ha agarrado y me ha llevado a los bomberos. ¡No he guerreado nada mi sub! Le he dicho, y de un cogotazo me ha llevado. -Callate chibolo hijo de puta, ahora vamos a ver si no hay toco- me ha dicho. Tienen un patio graaande. Y yo tenía harto miedo porque le he visto descolgar la cadena que usan para levantar los mo

Ayeres I

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Me han preguntado de los recuerdos y eso es mucho decir por decir y mucho hablar para hablar. Mi vecino era bien buena gente. Se llamaba Rubén y ha sido una sorpresa que después de tanta balacera y explosión se haya muerto en la carretera de la muerte. Sorpresa porque todos sabían que odiaba los mosquitos, el calor y las plantas… pero ni tan sorpresa ya que: ¡era el camino de la muerte! Y uno a que puede aventurarse a ir sino a morir. Rubén me ha apartado de la ventana sin hacer mucho escándalo, porque sabía que a los críos se los espanta con esas actitudes alarmistas que usan algunos neuróticos, que es como si te estuviesen diciendo: Levántate de ahí carajo, ¿no ves que están disparando con ametralladoras en las calles? Y la verdad se estaban disparando en las calles y los tanques hacían temblar los adornos de la esposa del Rubén, especialmente del cenicero con forma de negra que tenía sus labios gruesos, gruesos, donde iban los cigarrillos y por lo tanto las cenizas, los fósforos y

Suma

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En un intento desesperado por buscar el amor que se había esfumado con el tiempo, recortaba fechas de periódicos, miraba los almanaques amarillentos que indicaban esos años cuando ella aún estaba aquí… Y olía y re-olía sus cartas y flores secas, re-miraba las fotografías hasta quitarles el color. Adivinaba la edad de los niños, pensando que por esos tiempos ella estaba ahí, a su lado. Adivinaba el tamaño de los árboles y los arbustos y se los imaginaba pequeños aún, cuando los dos caminaban por esos lugares tomados de la mano. Preguntaba si se acordaban de él, si hubo de aumentar en arrugas o canas, si engordó más de lo debido y ella… cómo estaría… más flaca tal vez, o sus caderas finalmente se habrán desbordado para siempre jamás, no importaba… Miraba como cambiaban las calles de la ciudad. Los nuevos puentes y avenidas abiertas ya no le decían nada, excepto que estaba completamente sólo. Nada le decían las nuevas caras que transitaban por las calles viejas, ya que inexorablemente tod