Postales desde el país que casi existe. Parte 2
Cuando yo era niño e iba –estrictamente- a la Escuela República de México con pantalón azul, camisa blanca, corbatín azul y mandil blanco, pensábamos que los jailones eran los de la Subespecie que podían pedir un robot a pilas y se los daban en la siguiente navidad y que en invierno lucían coquetos sacos azules de paño inglés y que estudiaban en un colegio católico con nombre de santo que estaba a la vuelta de mi escuelita. Al final de cuentas y pasados los años, escucho decir que los jailones no existen y que esta “construcción identittaria” se le asigna a cualquier persona con actitud arrogante, indiferentemente de su capacidad adquisitiva.
Uno aprende las cosas tal como las va viendo y escuchando, esto no es ajeno para cualquiera que tenga sentido común, pero siendo niño todo es tan sencillo o tan confuso, que sólo queda actuar de la forma más obvia: es decir con vergüenza. Sin saber por qué, ser pobre era una vergüenza, pero ser pobre y ser indio, era más vergonzoso aún. Así que bien podría estar congratulándome de que mi círculo social era de ese “blancos” tan pobres que por inercia ya se convierten en medio indios.
Más adelante, finalmente descubriría que no soy blanco aunque tampoco soy indígena y sería fácil decir que uno es mestizo y ya, pero a menudo me pregunto y siento como este que ha sido educado a ver el mundo y sus formas, que ha aprendido a sentir el mundo y sus caricias y golpes, será tan racista cómo los que desprecia. La colonia vive aquí adentro y no basta con reconocerlo y ya. Una vez me han dicho que escoja un apellido indígena el cual debería llevar de por vida y presentarme a la gente como tal, pero dada la dificultosa situación, me quede en un silencio prolongado (que dura hasta hoy) y tuve vergüenza de las cosas que pasaban por mi mente al plantearme dicha situación.
El silencio continua y es una cuestión de conveniencia. Si somos honestos, hay que decir que uno sabe que hay cosas peores, por ejemplo: tener un apellido indígena. Mi amigo Benedicto Mayta lo sabía muy bien.
"Apuntes desde el tercer mundo o esos días en los que uno iba aprendiendo mierda en la escuela."
Un día, una crisis de ira atacó súbitamente a mi profesor de inglés que arremetió su furia contra mi compañero de curso Benedicto Mayta, que a pesar de sus esforzados intentos, no llegaba a pronunciar correctamente (y con la elegancia que el profesor exigía) la palabra “Tomorrow”.
Después de zarandearlo violentamente frente al pizarrón llamándolo estúpido, sonso, imbécil y otras cosas peores, le encajó tres cocachos gritándole cada sílaba de la mencionada palabra: “TU-MO- RROU”. En principio, asociábamos esta escena con aquella que se repetía infinitamente en la archifamosa serie mexicana el Chavo del 8, en la que Don Ramón le propina al Chavito un sonoro coscorrón gritándole ¡Toma! y este se va llorando diciendo pi-pi-pi-pi.
Por esta razón -y por esa especie de “inocente” crueldad que todo rapaz de menos de diez años abriga en lo profundo de su ser - no hacíamos otra cosa que matarnos de risa ante el grotesco espectáculo que soportaba estoicamente el pobre Benedicto agachando la cabeza, mirando la suciedad de sus uñas y derramando unos gruesos lagrimones que estallaban silenciosamente en el suelo de cemento. Algunos otros se reían porque el profesor ridiculizaba la forma como el Benedicto hablaba , exagerando las entonaciones aymaras de su escaso vocabulario castellano.
Así, cuando este espectáculo parecía llegar a su fin, un sopapo retumbó con su eco en todo el curso y la cosa cambió drásticamente. La tremenda bofetada que le propinó el profe al Benedicto ya no era graciosa ni siquiera para nosotros que éramos una banda de mocosos ignorantes que se reían de todo y de nada. De pronto empezamos a sentir miedo de que al profesor se le esté yendo la mano y que cualquiera de nosotros pueda ser el próximo en recibir un bofetón; el Yamil Quiroga se hizo pis en el asiento. Un riachuelo proveniente de su asiento lo delató y o pasaron ni dos segundos antes de que el gordo Roberto Luna empiece a gritar señalándolo con el dedo ¡se ha hecho pis, se ha hecho pis! Todos fuimos a ver al Yamil que se tapaba la cara mientras nos pusimos a gritar en coro y rítmicamente ¡Se ha hecho pis, Se ha hecho pis, se ha hecho pis! Pobre Yamil, se había pegado un susto tan terrible por el sopapo del profesor que se hizo pis de puro miedo y con esto, salvó al Benedicto de unos cuantos minutos más de humillación pública.
Comentarios
"Nuestro país es un mendigo durmiendo en un barril de oro” es una frase que citas en tu siguiente post. Sólo por ello vale la pena leerlo. Además es un mendigo que padece de una narcolépsia incurable. Nunca sabemos lo agradecidos que debemos estar de dormir en un colchón.
Un gran saludo desde el país de Iñaki Gabilondo.
Saludos a ese país, que era el país de mi abuelo por parte de Madre: (el país vasco)
Saludos a ese país, que era el país de mi abuelo por parte de Madre: (el país vasco)