INVITASHÓN


Fotografia de Michael Maldonado

Cansado del sinfín de mudos y torpes sinsabores que la animalidad toda le daba al creador, este decidió crear a un ser con el cual pueda conversar en los minutos que su infinita soledad le brindaba mientras ampliaba su creación segundo tras segundo. Para tal cometido, decidió amasar jengibre y darle una forma acorde a su imagen y semejanza, para después, darle el aliento vital que lo haría su perfecta compañía en la inmensidad del universo. El problema es que distraído como estaba el supremo tratando de desaparecer el eco de los abismos, olvidó al hombre de jengibre en el horno, por lo que este se quemó y su piel quedó oscura como el carbón por la eternidad. Sabiendo que este sería rechazado por su oscuridad al que podrían asociar con la noche, decidió darle a este el don de la fiesta, la música y la belleza de la sonrisa…

Emputado, al fin y al cabo, de esta mala suerte, Dios hizo otro hombre de jengibre a su imagen y semejanza, mas para que este no se le queme, se sentó en la puerta del horno, con tan mala fortuna que lo sacó prematuramente, quedándose con un pobre hombre paliducho y sin sabor, al que mirándolo tristemente lo llamó gringo(quiso decirle argentino, pero no contaba con la astucia de que estos ya habían creado a Dios antes de que él se lo imagine) al cual lo desterró en las frías latitudes septentrionales del mundo por la afición que tenía a creerse superior al hombre oscuro. Harto de la imperfección, pensó en la Price Waterhouse Cooper (que ya había fundado el blanco) donde le recomendaron comprar un reloj, con lo que se dio cuenta de que una vez más, los argentinos ya habían inventado el tiempo (Un tal Borges). Así hizo otro hombre de jengibre y definió el tiempo exacto que este debería permanecer en el horno… así, surgió un hombre de color perfecto. Con los años, el señor se dio cuenta de que esto de los colores era un desmadre por el cual los descendientes de sus creaciones se rompían la crisma y se hacían llorar los unos a los otros, así que llamó a su representante en la tierra, que tenía el nombre masculino de la primera mujer (esa es otra historia bastante complicada) el cual, persiguiendo como estaba a los hombres perfectamente “horneados” (en todos los sentidos de la palabra) y arrasando sus bosques, se dio unos minutos de su ocupada agenda para decretar que el 23 de septiembre, por toda la eternidad, sería el día de los Afrobolivianos, con lo que el día de mi cumpleaños jamás volverá a ser el mismo, aún y a pesar de que en mi casa me dicen “Negro” desde el principio de los tiempos en que mi madre vio que, a diferencia de mis hermanos, yo me había quemado en la puerta del horno o que tal vez, me cambiaron en el hospital maternológico.

En fin, están cordialmente invitados a festejar el día de los Afrobolivianos y mi cumpleaños. Va a haber mucha saya, cumbia, salsa, metal progresivo japonés, reggae, ska, boleros, trova, fernet, anticuchos, nachos, tacos y lo que haga falta, porque además, es la fiesta de inauguración de mi nuevo hogar, que es un poco grande y frío, pero es mío al fin.

Solo traigan cualquier bebida espirituosa y su hermosa presencia. Gracias a todos por su amistad y por venir pues, ahora que tenemos, bien le cascaremos.

Salud. Os.

Como siempre, los interesados tienen el mapa de la fiesta en el facebook, pero si tienen problemas en llegar, es en la esquina de la nueva estación policial de Villa Fátima o me echan una llamada.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
auuu auu auu pa que veas que he ladrado
sdrs

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