Habitar el silencio


Querido hermano:

La ruleta da vueltas… una regla física totalmente absurda para el entendimiento de un hombre como tú, mi hermano, que estás más allá de la simplicidad de toda materia que amenaza con podrirnos bajo la tierra de este mundo antes de hacernos polvo y retornarnos al viento.

Te escribo en el día de tu cumpleaños, como lo hago cada año desde que ya no puedo hacerlo personalmente, tal como sería mi deseo. Por esa razón, no quisiera que pongas en juicio a mi pobre voluntad; debes saber que aún no he aprendido a sacarme el cuerpo del todo, es decir, aún no he aprendido nada.

Hay cosas infinitamente difíciles para los hombres pedestres de este mundo, una de ellas, es aprender a vivir con el eterno miedo al mañana. En los manuales parece fácil y uno se deja engatusar por los televendedores y los pajapakos, entregando sus bienes más preciados envueltos en un pañuelo. Sin embargo, lo que siempre han ignorado esos mercaderes de la fe, es que tu y yo hemos tenido como único bien nuestras alas con las que hemos podido volar a un chasquido de los dedos y nada más.

La vida es esta paradoja que a tipos como nosotros suele aburrirnos muy seguido, aunque son muy pocos los que cómo tú, deciden hacer maletas, contar lo necesario para el viaje, besar a los padres, a las madres, a los hermanos y las hermanas, pensar a las mujeres que aman, chasquear los dedos y salir volando por la ventana, hasta allá, donde el polvo es un recuerdo de la quietud y nada más.

Poco te puedo decir de cosas que ya tú no sepas. No pienso mucho en esto de la distancia que me separa y que me acerca, ni en eso otro que los grandes pensadores que salen los domingos en la prensa escrita gustan de llamar "imposibilidades humanas". Un suspiro como un balazo... eso pienso y cuando lo pienso quisiera chasquear los dedos y salir volando a las inmensidades que no tienen nombre aún; salir volando al reino del éter y la luz gaseosa, esa que se te pega al cuerpo y que te saca la piel cuando se va dejando tus venas al descubierto. Pero pienso en el ardor y la verguenza que la sangre habrá de sentir por su desnudez y mi corazón no quiere librarse del cuerpo y tampoco de esa luz que es éter… a veces todo es tan difícil cuando somos piel y huesos o cuando nuestra sangre tiene verguenza. Todo es tan dificil cuando somos hambre, piel y deseo. Tal vez es mejor esperarte de pie en la ventana. Esperar en vísperas de la aparición de alguna visión que me acerque a ti.

Ayer en la noche necesitaba azúcar, así es que fui a buscar a la Sandra. Siempre se alegra de verme, aunque ella sabe que estoy tan enfermo como ella cree que siempre he estado y eso la pone triste y pensativa. Pero así y todo, me ha contado que la has visitado una noche de esas secas y silenciosas y que le habías dicho -muy disimuladamente- que piensas venir a casa y quedarte a vivir aquí. Tal noticia no ha podido menos que alegrarme el día y por tal razón he salido en total estado de frenesí a comprar nuevos vasos que celebren nuestros viejos labios y nuestras antiguas palabras. Nadie puede decirme que hago mucho alboroto por una visita. Con los vasos rotos y las palabras intactas te espero y que la espera sea nuestro refugio de la vejez y de la locura.

La última vez que te vi, tenías la camisa con una inmensa mancha de vino, y aún así, a pesar de estar ebrio, caminabas con paso firme y orgulloso. Eso me ha hecho pensar en la dignidad. pero...¿Qué podemos esperar de esa señora tú y yo? ¿Qué podemos esperar de la mentada dignidad? si esta nunca se ha dignado a darnos una visita cuando todas las flores del dolor se marchitaban en nuestras manos ¿Qué podemos esperar? Si la dignidad es una cuestión de orgullo y he ahí nuestro más grave error: siempre hemos creído que el ser humildes nos traería cosas buenas, cosas mejores que esas desventuras que solíamos cantar y escribir dando tumbos en cada esquina. Si hubiésemos perdido la humildad, s hubiésemos aprendido a tiempo a librarnos de nuestra humanidad, hubiésemos ganado cosas insoñables, inalcanzables, inescrutable. Imaginate, hubiésemos podido ser unos grandes señores, unos verdaderos hijos de puta que, fumando con total indolencia, mirarían el mundo de palco sin ensuciarse los zapatos, ni tratando a diario con la obstinada testarudez de los niños, de los viejos, de las putas, de los homosexuales, de los delincuentes, de los drogadictos, los borrachos y tanta gente que como nosotros, sufre.

Quién sabe, de haber renunciado y habernos aferrado el cuerpo y al mundo, hubiésemos podido ser ministros, diputados, alcaldes o lo que sea. Pero por puro sentido de la humildad, has escogido ser poeta y por puro sentido de la grandeza, has abierto la ventana y te has puesto a volar siendo humilde. Yo te recuerdo, lo hago por puro cobarde y por la imposibilidad esta que llaman humana aquellos sabios que salen en los suplementos de cultura los domingos y uno que otro feriado . Te pido que me disculpes si he querido ser igual que ellos y te imploro que no dejes de venir, que esta es tu casa, esta es tu lengua y también es tu piel

Podemos hablar por la noche y desparecer de día. Desvanecernos simplemente, como los segundos que se evaporan de pura sed, de pura pena, de pura alegría y girar en esta locura sin parar; simplemente girar como una ruleta y que la fortuna sea una palabra o una sonrisa.

La ruleta da vueltas… una regla física totalmente absurda para el entendimiento de hombres como tú mi hermano… que vives más allá de la simplicidad de toda materia que amenaza con podrirnos bajo la tierra de este mundo antes de hacernos polvo y retornarnos al viento; al silencio.

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