Eternidad


Tú, que creías encarnar la voz del tiempo

siendo apenas el eco de un zumbido atrapado entre la transparencia y la realidad.

Tú, que te atrevías a hablar de los muertos sin fijarte en la negrura de tus huesos;

Que filosofabas en las montañas esperando cerrarles los ojos a los profetas

Descansa mientras todo se extinga

Escuchando en silencio la miseria que recorre tu espalda

Y siente miedo.

Tú, que sin ser quisiste

Que sin querer fuiste

mira

Cuan vertiginosa es la pobreza que te embarga el espíritu;

Y siente miedo

del hambre que vas a sentir.

Tu, que supiste fulgurar un haz de claridad;

Que te revelaste como una verdad que solía transmutarse en medio de las tormentas,

hoy eres flama agonizante en el vientre de Zaratustra:

un triste despojo de la magra oscuridad

que desprenden los dioses muertos en los que creías

y nada más.

Tu y nada menos…

Que con la negrura de tus huesos me hablabas de los muertos

zumbando con débil eco entre la transparencia

y esta realidad;

escucha lo que me queda por decir:

siente miedo del hambre de ese espíritu

del insaciable pan de la oscuridad,

y de la inmortalidad de los profetas;

porque este olvido no es una condena

sólo es eternidad

tu eternidad

y nada más.

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