INVASIONES MOMENTANEAS



En medio de la oscura vorágine que nos consume a diario en el valle de Chuquiago y sus helados andenes de urbe medio moderna, medio anticuada, medio ajetreada y medio corroída por la rutina insalubre de toda la fauna automovilística y el sempiterno caos del centro, nos invaden con frecuente normalidad, unas locas ansias por salir de la olla de grillos y bocinazos y refugiarnos en algún pedazo del universo que aún no haya sido envilecido por el poderoso magnetismo del consumismo.
Bien podríamos regocijarnos y envolvernos en la oscura eternidad del cielo lacustre, y allá en la Isla del Sol divagar sobre la existencia de otros mundos sin voceros ni tucumaneras perforando nuestros oidos; sin embargo esta paz y quietud se vería prontamente destruida por olas de ansiosos extranjeros australes que a los gritos de: “mirá loco!!! Uhhh que besheza, daaale flaco!! Apurate boluu, y qué sé sho!!! y otras simpáticas alocuciones propias del lunfardo porteño y sus -contagiosas- groserías, hasta los fantasmas de la calle Jaén se verán espantados ante esta súbita invasión argentina, que abarrota de bote a bote las venerables instituciones que dan de libar a los angustiados paceños desde la aurora de los tiempos. Para muestra basta un botón: Acostumbrado a intercambiar pareceres del acontecer nacional e internacional en el Bocaysapo con la insuperable y grata compañía de unos Chuflays, me he dado de bruces con una variopinta y peluda tracalada de Gauchos borrachos que gritaban y zapateaban hasta sacudir desde sus cimientos a la Casa de la Cruz Verde. Ahí me he dado cuenta que los únicos bolivianos éramos el cuate del bar, el Gabo –el mesero- y mi persona (yaaaaaaaaa) bueno, esa noche aprendí el himno a argentina que cantamos unas 5 veces con Matías, Sebas, Emilio, Silvia, Marcela y Cecilia. Todos ellos muy amables y extrovertidos, preguntaban con avidez sobre el Evo, sobre la revolución cultural y añoraban importar el cambio a su tierra. Ahora bien, ya he sido acusado de tibio y desclasado por no adscribirme al régimen de turno y así y todo no he podido dejar de predicar sobre las bondades de nuestro gobierno, aún sabiendo que hacía mal y que la –ácida- capacidad autocrítica que suelo usar con mis esperanzados coterráneos, había desaparecido como por arte de magia, tal vez por embotamiento o por puro contreras, tal vez por querer ganarme los favores de la Cecilia o la Marcela, no sé… creo que ya tampoco importa. La cosa es que estaba recordando que desde la majestuosa asunción al trono andino del señor presidente en las místicas planicies tihuanacotas, no ha habido temporada vacacional en el que la ciudad y sus alrededores no se haya infestado de nuestros vecinos a los que otrora y quién sabe aún ahora, no les producíamos sino el más profundo asco y desprecio. Infinitas muestras de racismo y discriminación, entre ellas el abominable asesinato de una mujer y su bebé que fue echada de un tren –en movimiento- en Buenos Aires han quedado impunes y abandonadas para siempre en los nublados páramos del olvido y si tal vez, los ahora turistas nada tienen que ver con estas muestras de intolerancia e ignorancia.

Pero queridos amigos, es importante no olvidar, que Racismo y Discriminación existe y a existido en Bolivia desde que el país es país y que discriminación y gente asquerosa hay en todo el mundo y no hace falta ser de aquí o allá para decir que nos discriminan por ser bolivianos, cuando los bolivianos nos discriminamos entre nosotros mismos.
Dicen que hay nuevos aires de cambio, por eso, nos inscribimos en ciencias sociales u otras comparsas, Nos lamentamos por las indignas condiciones del campesinado y después de haber adecuado oportunamente nuestras vestimentas a nuestra ideología, le sacamos lustre a los boliches andinistas y rebuznamos contra el imperio. Pero después, entre nosotros, hablamos de los indios, nos tapamos la nariz en los micros, los miramos con pena y la más de las veces con asco. No somos capaces de ser, por que todos somos y nos escondemos en las erres ridículas, pero si nos acordamos de ellos el rato del carnaval y la joda.
Como dicen por ahí, el que está libre de pecado que lance la primera piedra. Racistas somos todos.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Te doy la razón querido Perro. Inclusive hay afirmaciones del Dr. Rene Calvimontes, que habla sobre la quinta generacion mentalmente sana, despues de que la primera asuma su xenofobia. Saludos che!

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