HIPPISMO



Ella era él y él era ella, cada cual con sus manías y sus perfectas imperfecciones. Escondiendo Marihuana en las rastas o meditando al borde de las aceras en reflexivas poses hindus. Cada cual invariablemente acongojado por alguna particular desesperación e indignados por los deshumanizantes apuros de la modernidad.
Siempre ofreciendo éxóticas bagatelas hechas de alambre y semillas de nombres rimbombantes.
Ella era él. Lo cuidaba con esmero, como si se tratara de ella misma, que esconde todos sus secretos en esa barba abundante, sucia y desarreglada. Todo por que esa caótica libertad estética es un patrimonio hecho a fuerza de hambre, hierba y trago.
Él era ella, cuidaba su feminidad como si de ello dependiese su hombría. En las noches cuando algún exceso les pasaba factura, él la abrigaba con alguna canción argentina y le cantaba almibaradas canciones con acentos dispersos y extravagantes.
De día se buscaban el sustento lo mismo en una plaza o en un paseo cualquiera; lo mismo en un bar o debajo de un semáforo. Su dialogo se reducía únicamente a las diáfanas miradas con las que intercambiaban todas sus fascinaciones. Ya agarraban una piedrita y la escondían en el bolso de textil colorido y misterioso, que siempre olía sándalo o pachuli. Luego se compadecían de la gran hoja muerta de un árbol que les recordaba el plumaje de alguna ave exótica, hoy extinta para siempre.
Entonces, al oír el tronar de las multitudes que se lanzan a las calles en pos de la felicidad navideña, se paralizaban extasiados por el terror y la admiración que este grotesco espectáculo les provocaba. Entonces se sentían felices de ser ellos y toda posibilidad de ser otros se reducía al escaso deseo de poseer algo más que el parche cuelga baratijas.
Pero las mañanas, sin desearlo, suelen ser las predadoras de todas las esperanzas. Suele ser el momento en el que la gente despierta, se rasca las almorranas y relame dentro de su boca las amarguras que la noche le ha dejado. Es el momento en el que uno se siente un humano pedestre cualquiera, que debe partir sin demora a ganarse el pan y cubrir las cuotas de los créditos y las hipotécas.
La mañana es el fin del tiempo destinado a soñar.
Al verse en el espejo, a sabiendas que es absurdo e inútil, se busca infructuosamente por todos lados esa barba rebelde y desarreglada de la que tanto presumía en sus sueños y piensa mientras anuda apresuradamente su corbata, que a pesar de la fuerza de sus deseos, sólo podría ser un hippie peludo en sueños, y que en alguna plaza de la ciudad, ella espera por él.
Y ahora él, sólo es el lampiño oficinista que todas las noches la sueña y en las mañanas corre al banco para esperar que la noche llegue otra vez.

Comentarios

RONALDO ha dicho que…
¡Grande Dog!
Te mando un abrazote y un exitoso 2009. en breve los volveré a visitar por las alturas. ¡Salud!
none ha dicho que…
Siempre bienvenido mi hermano!! na más avisa cuando pa esperarte.
Saludos
rajemofrel ha dicho que…
kerido skr!
q grave como no tener credito para responderte a gritos!!!
año nuevo, las primeras horas deje mi cel en el bolsillod e un amigo, dp lo olvide y hasta ahora no lo recupero...
puuuucha, ven a visitarme, asi charlamos...
hacen falta esas palabras tan exactas!

un beso enorme, y muchas buenas cosas para el 9002
:D
MajO
Ciudad Ameba ha dicho que…
Que pasa con el año nuevo que todavia no marcha che, andas muy lento y eso de pasar de maleantes a hippies no vende, mejor buscate nno mas otra poetiza en bolas jejeje.
saludos
Ciudad Ameba ha dicho que…
Que pasa con el año nuevo que todavia no marcha che, andas muy lento y eso de pasar de maleantes a hippies no vende, mejor buscate nno mas otra poetiza en bolas jejeje.
saludos
Edu ha dicho que…
Es una buena historia, amena, utilizas bien el recurso del sueño, que por ser tan común tiende a caer fácilmente en la obviedad.

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